Latinoamérica necesita más que un muro
Óscar Arias Sánchez
La asignación por parte de Estados Unidos de $465 millones en ayuda internacional para combatir el narcotráfico en México y Centroamérica —junto con el valioso diálogo transfroterizo que ayudó a concretar esta iniciativa, conocida como Iniciativa Mérida— es, ciertamente, un paso en la dirección correcta. Con algunas notables excepciones, Estados Unidos ha hecho mucho por ignorar a sus vecinos del sur, y cualquier signo de una nueva cooperación es bienvenido.
Sin embargo, dada la urgencia de los problemas que enfrentamos, este paso es decepcionantemente pequeño. Falta mucho camino por recorrer. América tiene una oportunidad sin precedentes para construir un hemisferio mejor, más próspero y más seguro, pero solo si cada país contribuye tanto como le sea posible. Es hora de que Estados Unidos redefina su forma de entender la cooperación regional, no solo en nombre de la amistad, sino también en función de su propio interés.
La Iniciativa Mérida es limitada bajo cualquier estándar, pero es especialmente limitada bajo los estándares estadounidenses. Centroamérica, Haití y República Dominicana reciben únicamente $65 millones —una sexta parte del monto que los legisladores originalmente estimaron necesario—. México recibe $400 millones por año, una suma comparativamente mayor, pero que equivale al monto que Estados Unidos gasta en un solo día en la guerra en Iraq. Con enemigos tan costosos, parece ser que queda poco espacio para los amigos.
Es claro que un gobierno es libre de asignar sus recursos como mejor le parezca, particularmente cuando se trata de ayuda externa. No obstante, el apoyo a la lucha contra las drogas es una inversión en un problema común, un problema impulsado en gran parte por la enorme demanda de drogas desde los Estados Unidos. Luchar contra el narcotráfico no es una responsabilidad exclusiva de los latinoamericanos, es también una responsabilidad de los estadounidenses como parte de este continente, y la Iniciativa Mérida no alcanza a cubrir su cuota de responsabilidad.
El monto de la ayuda es parte del problema. Pero la decisión sobre cuáles áreas se financian es todavía más importante. La máxima responsabilidad del líder de un país es proteger a sus ciudadanos. Para alcanzar ese fin, Estados Unidos debe ampliar su definición de seguridad nacional. Como todas las naciones desarrolladas, debe aceptar el hecho de que ningún país puede sentirse seguro mientras la pobreza, la ignorancia, la violencia, la enfermedad y la destrucción ambiental causan devastación en otras naciones. Cualquier política exterior de un país que considere que éstos son problemas que no le conciernen, está condenada al fracaso.
Las dos preocupaciones principales de Estados Unidos en relación con América Latina son las drogas y la inmigración ilegal. Sin embargo, éstos son síntomas, no enfermedades. La enfermedad en sí, la causa de estos efectos visibles, es la pobreza que aqueja a los países en vías de desarrollo a lo largo de todo el hemisferio occidental. Es la pobreza la que abona el terreno para el narcotráfico. Es la pobreza la que impulsa a tantos inmigrantes legales e ilegales a cruzar las fronteras estadounidenses. La pobreza no necesita pasaporte para viajar y no puede ser contenida por ninguna pared o muralla.
Esta enfermedad podría combatirse con una mayor inversión en educación, la única herramienta capaz de sacar a los latinoamericanos de la pobreza. Estados Unidos podría hacer una gran diferencia si colocara la educación entre sus prioridades. De acuerdo con estimaciones recientes, este país está gastando $3 millones por cada milla del muro que desea construir a lo largo de su frontera con México, para impedir el ingreso de inmigrantes ilegales que solo buscan las oportunidades que no pueden encontrar en sus propios países. Por cada milla de ese muro, 2.500 jóvenes latinoamericanos podrían recibir una beca de 100 dólares mensuales durante un año, para cubrir los costos de mantenerse en el colegio y así encontrar mejores empleos. Por cada milla de ese muro, 15 mil niños podrían recibir computadoras portátiles con Internet del MIT Media Lab, permitiéndoles unirse al mundo globalizado, en lugar de quedarse rezagados. La lista puede seguir y seguir.
Estas son las inversiones que podrían evitar que miles de latinoamericanos arriesguen sus vidas para entrar a Estados Unidos, de cualquier forma posible. Estas son las inversiones que serían provechosas para todos nuestros países.
Atravesamos tiempos de grandes oportunidades para nuestro continente. Estados Unidos tiene la posibilidad de construir un nuevo liderazgo, y revisar su política exterior. América Latina nunca antes había sido más democrática, ni más capaz de aprovechar los recursos de la cooperación internacional de forma efectiva y transparente. Si Estados Unidos decidiera extender su generosidad a nuestros países, estoy absolutamente seguro de que los resultados serían extraordinarios. Después de todo, una América Latina más próspera beneficia no sólo a nuestros pueblos, sino también al pueblo norteamericano.
* Traducción del artículo publicado en la edición del sábado 16 de agosto del periódico estadounidense Washington Post.