Derrochador
Gilberto Alfaro Araya
Este comentario, como todos los que se publican en los espacios de opinión, será ignorado por la clase política que nos gobierna y que únicamente le pone atención al pueblo, cada cuatro años, cuando necesita los votos para llegar a servirse y no a servire al país. Lo bueno de comentar, publíquese o no, es que por lo menos nos desahogamos expresando las cosas que nos parecen malas. Nunca voté por el partido Liberación Nacional porque según mi criterio, éste ha sido y seguirá siendo un partido derrochador. A los diferentes gobernantes que han pertenecido a este partido, en su afán de figurar como grandes estadistas, no les ha importado comprometer al país con préstamos o regalías que, según ellos, sirven para mejorar la infraestructura, ignorando el costo a largo plazo de esta mala práctica. Al igual que muchas personas que hacen alarde de vivir en la opulencia mal utilizando las tarjetas de crédito, cuando ya no les alcanza su salario para pagar las deudas, deben enfrentar las consecuencias de su mala administración. De la misma forma, un país que se compromete aceptando regalías (recordar que no hay almuerzo gratis) y que solicita grandes préstamos, cuando aumentan sus deudas externas e internas, y lo que produce o recibe por impuestos no le alcanza para pagarlas, entra en una gran crisis difícil de solucionar. Y es que una gran parte de estos dineros se introduce en los bolsillos de los eternos vividores de la política. (Río revuelto, ganancia de pescadores). Costa Rica necesita eliminar esta práctica y comenzar a trabajar con lo que tenemos para salir del subdesarrollo. Aquí hay recursos y material humano muy valiosos pero que, por conveniencia de algunos que prefieren dineros fáciles, no promueven un cambio de actitud. Una manera sana de iniciar es permitir, con verdaderos controles de calidad y honestidad, a las empresas nacionales y extranjeras que quieran participar en el desarrollo de nuestro país colaborar con las obras que necesitamos en infraestructura. No importa que estas obras sean dadas en concesión, siempre y cuando el Estado reciba un buen porcentaje de las ganancias y que éstas se inviertan en salud, educación y seguridad, entre otras necesidades de la población, especialmente la marginada. Nuestro país tiene un cáncer introducido en las altas esferas políticas y por eso vemos, con gran frustración, que mientras a los trabajadores se le niega un reajuste de salario que les permita subsistir ante la crisis alimentaria y además se les imponen medidas restrictivas, otros, que ya borraron del diccionario la palabra ética se siguen sirviendo en palangana y con cucharón de los recursos económicos del Estado.
Así que, más dinero de préstamos servirán para engordar la piñata de la gran fiesta liberacionista.
Le corresponde a nuestros máximos representantes terminar de una vez con este vicio del regálame y préstame, que mañana pagarán otros.