A la buena de Dios
Alberto Reyes P.
Un funcionario público, hablando de la problemática de la drogadicción en el país, expresó que aquí, en Costa Rica a esa población se la dejaba “a la buena de Dios”. Entiendo que el funcionario quería decir que a esa población no se la estaba atendiendo debidamente y que para eso hizo uso de una expresión popular: “a la buena de Dios”. En otro contexto oí a una ex diputada decir que en el mundo hay tanta injusticia, violencia y maldad, que por eso ella no creía en Dios. ¿Será Dios culpable de lo malo que pasa en este mundo?
Basta con leer un poco de historia para caer en cuenta que un gran porcentaje de lo que se tiene memoria son guerras, que los más fuertes siempre se han impuesto sobre los débiles y que ha habido muchos ejemplos de la maldad entre nosotros los seres humanos. Las cosas no son muy diferentes hoy, aunque las disfracemos para que parezcan mas aceptables. Los ejemplos son abundantes: ¿Se justificó la guerra de Iraq? ¿Se justifica el licor socialmente aunque arruine a tanta gente? ¿Se habla de de salas de masajes y no de prostitución? ¿No se aprovechan los países poderosos de los débiles y lo presentan como ayuda? ¿No se justifica como comisiones los dineros recibidos por favores políticos?
Los seres humanos tenemos la capacidad de clasificar nuestros actos como buenos o malos. Podemos decidir hacer lo correcto o incorrecto. Ser justos o injustos. Podemos decidir entre ayudar a los necesitados o aprovecharnos de ellos. Incluso podemos decidir no hacer nada. La sociedad está conciente de eso y por tanto cuando alguien hace algo no aprobado por la sociedad se le aplican las leyes y algunos van a parar a la cárcel.
También hemos aprendido que nuestros actos tienen consecuencias. Las leyes refuerzan ese concepto, quien las incumple paga las consecuencias. Una persona madura acepta las consecuencias de sus actos y actúa responsablemente. Pero por lo general no nos gusta aceptar lo que merecen nuestros actos y procuramos justificar lo que hacemos.
Siempre ha sido así. En la historia de la primer pareja, historia que todos conocemos, Adán le echa la culpa a Eva y ella le echa la culpa a la serpiente. Solo que en el caso de Adán hay un agregado que dice: “la mujer que tú me diste”. En otras palabras, Adán estaba culpando a Dios. Ya es hora que asumamos la parte de responsabilidad que a cada uno nos corresponde.
Los muchachos drogadictos no están “a la buena de Dios”. Están como nosotros hemos decidido que estén. Ellos tomaron una decisión y ahora enfrentan las consecuencias. Probablemente provengan de hogares colapsados y por tanto son el producto de decisiones de los padres. Es posible que se hayan educado a la luz del televisor y que hayan sucumbido a la presión de sus compañeros. De seguro que un adulto les proporcionó las primeras drogas. No les quitemos su cuota de responsabilidad, pero asumamos la nuestra y hagamos algo por ellos. A la ex diputada debo decirle que la presencia de la maldad solo muestra que nosotros, los seres humanos, aun no hemos aprendido a vivir como Dios quiere.