Entre vacas flacas y romerías
Franklin Carvajal B
Primero fue el Presidente de la República quien, en vísperas de iniciar su tercer año de mandato, le anunció al país la llegada de un período de “vacas flacas”. Le siguió más recientemente la Segunda Vicepresidenta, que en el ejercicio de la Presidencia y en el evento más importante de la feligresía católica, declaró que vendrían “más romerías”, y “empinadas cuestas”, para dibujar el panorama nacional.
Bueno es que los gobernantes le hablen con franqueza al pueblo, no solo sobre estos temas, sino absolutamente sobre todo, pero igual o más importante resulta que el gobernante, cumpliendo con las responsabilidades para las que fue electo, más que emitir lamentos o recurrir a figuras para describir panoramas depresivos, defina derroteros y levante el índice para señalar metas hacia la superación de calamidades del país.
Pero esto último no ha ocurrido. Se plantean proyectos, se barajan algunas acciones, surgen ocurrencias, pero ninguna cobra fisonomía de política de Estado, que responda a los problemas de hoy, pero con visión de más largo plazo, que es lo que la ciudadanía está reclamando.
Mientras tanto, cotidianamente, y como en los inviernos más crudos, verdaderos chaparrones de alzas de precios y tarifas caen sobre la mayoría asalariada, el aparato productivo se contrae, y el fantasma de la inflación recorre el país y los hogares costarricenses hacia una meta trágica del 14%, que es lo que oficialmente está anunciado para final de año, más del doble de lo que se predijo a principios de 2008.
El creciente y escandaloso aumento en los precios del petróleo y la crisis alimentaria mundial, se esgrimen oficialmente como las causas principalísimas de nuestra crisis interna.
Para enfrentar la primera, todavía la ciudadanía no tiene claro qué es lo que va a hacer el Gobierno, más allá de las restricciones al tránsito vehicular en el casco central de San José.
En cuanto al tema alimentario, el Ejecutivo anunció jubiloso el envío a la Asamblea Legislativa de un presupuesto extraordinario para enfrentar el problema y darle un empujón sostenible a la producción de granos básicos.
El monto de ese presupuesto, aprobado el pasado julio de manera generosa por la Asamblea Legislativa, es de 29.682.367 millones de colones, de los cuales, apenas el 17,6%, es decir, 5.215 millones, están destinados al sector agropecuario.
Con ese monto no se logra ninguna meta importante.
Costa Rica necesita ya definir políticas públicas en materia energética y en materia alimentaria, y esa responsabilidad la debe encabezar en primer lugar la Presidencia de la República
Por otra parte, la Contraloría General de la República, en estudios recientes de auditoría sobre cumplimiento de metas del Gobierno de cara a los contenidos del Plan Nacional de Desarrollo, dio cuenta de importantes falencias en el campo de la salud y la educación.
Globalmente, los estudios demostraron que en salud hay un nivel de cumplimiento del 39%, mientras que en educación no se pudo precisar el nivel de cumplimiento, porque las metas no tienen plazos, pero hubo señalamientos específicos sobre debilidades en tasas de aprobación en primaria y secundaria, lo mismo que en cobertura educativa.
El lento avance y las señales en rojo, sobre dos ámbitos estratégicos del sector social, como son Salud y Educación, se observan en la primera mitad de este Gobierno, calificada oficialmente como de bonanza económica. ¿Qué pasará en el resto del período, ya bautizado oficialmente como de “vacas flacas”, “romerías y cuestas empinadas”?.
¿Qué está pasando? ¿Se le acabó el combustible al Ejecutivo?
Existe una versión en el sentido de que el proyecto político de don Óscar Arias y su hermano, cuando programaron su ascenso al poder, tenía su punto de partida y de llegada en la aprobación del TLC, sus leyes de implementación... y nada más.
Los presagios oficiales contenidos en las dos figuras metafóricas de don Óscar y doña Laura, la ausencia de planteamientos estratégicos, el movimiento apenas inercial del Gobierno y el apresurado y prematuro rompimiento de los fuegos electorales que hizo el propio Presidente, le dan mucha razón a esa versión de la calle.