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jueves, 12 de febrero de 2009

La Costa Rica que veo

•Los enredos de 1914

Alberto Cañas

Don Ricardo Jiménez había logrado acabar con la elección de segundo grado, de manera que en lo sucesivo, si ningún candidato alcanzaba la mayoría absoluta, le tocaría al Congreso elegir el Presidente entre los dos candidatos que hubiesen obtenido mayor número de votos.

Para suceder a don Ricardo se presentaron tres candidatos: Máximo Fernández por el Partido Republicano que él había fundado y que había elegido a don Ricardo; el doctor Carlos Durán (Presidente entre 1889 y 1890), apoyado por los sectores conservadores (o cletistas) del Olimpo liberal, y el expresidente Rafael Yglesias en un segundo intento por volver al gobierno.

El resultado de la elección fue de una mayoría para Máximo Fernández, pero no la mayoría absoluta de la mitad más uno de los votos. Para inaugurar el nuevo sistema, el Congreso debía elegir entre Fernández y Durán que había quedado de segundo. Ninguno de los dos tenía suficiente mayoría en el Congreso para ser elegido, de modo que la decisión quedaba en manos de los diputados civilistas, o sea los pertenecientes al partido de Yglesias.

Y allí comenzó el tejemaneje político más complicado y más incomprensible de la historia patria. El expresidente Yglesias comenzó a jugar con los otros dos, negociando con uno, negociando con el otro, y sin decidir con firmeza (él o su gente) por cual de los dos candidatos se inclinarían. Máximo Fernández comprendió, tras muchas semanas de conversaciones, que las oligarquías cafetaleras o, como diríamos en lenguaje del 2009, empresariales, harían cualquier cosa para impedirle llegar al gobierno, y tuvo entonces la ocurrencia más sorprendente de la historia nacional: renunció a su candidatura.

Ahora sí que el problema se puso serio: la Constitución ordenaba elegir entre los dos candidatos más votados. Renunciaba uno de ellos. Algunos civilistas adujeron que esto obligaba al Congreso a escoger entre Durán e Yglesias, pero se alegó con razón que Yglesias había quedado totalmente eliminado, al quedar de tercero en la elección popular. Conclusión a que se llegó: ordenando la Constitución escoger entre dos, y quedando solo uno, el artículo constitucional no podría aplicarse.

Los fernandistas encontraron la solución: No se podía elegir presidente, luego había que nombrar Designados (los que hoy llamamos Vicepresidentes, que eran nombrados por el Congreso). Se trataba entonces de escoger un Primer Designado dentro de las filas republicanas, que obtuviera el apoyo, bien de los duranistas, bien de los civilistas.

La fórmula a que se llegó ha sido atribuida al propio Máximo Fernández, o a un diputado fernandista llamado Federico Tinoco. La fórmula consistió en encontrar un fernandista aceptado por todo el mundo, y ese fernandista fue un joven abogado herediano de 37 años llamado Alfredo González Flores.

Según parece, suficientes diputados se comprometieron verbalmente a votar por Alfredo González. Pero no había seguridad. Los diputados de entonces eran tan volubles, que ya nadie creía en su palabra. Para obligarlos a cumplirla, un grupo fernandista le pidió al presidente Jiménez que, ante el compromiso contraído, pusiera la fuerza pública en manos de gente adicta a Alfredo González. Don Ricardo, socarrón y desconfiado como siempre fue, pidió firmas. “Tráiganme un compromiso firmado por suficientes diputados de elegir a Alfredo González, y los complazco.” Los diputado firmaron y don Ricardo Jiménez puso la fuerza pública en manos de personas comprometidas con la solución.

Se ha criticado a don Ricardo lo que hizo, pero la verdad es que tenía el derecho de hacerlo, pues la Constitución le daba al Presidente facultad irrestricta de poner la fuerza pública en las manos que le diera al gana, y lo que hizo fue defendido por él con el argumento de que había que acabar con las intriguillas, la inseguridad y el escamoteo.

Alfredo González fue electo primer designado el 1 de mayo. El segundo fue su padre Domingo González (costumbre arraigada por la desconfianza con que loa ticos se veían los unos a los otros) y tercero, un exjuez muy prestigioso llamado Francisco Aguilar Barquero. En la misma sesión, y ante la inexistencia de una elección presidencial, el Congreso llevó al ejercicio del poder al Primer Designado, con carácter de Presidente de la República, y González Flores tomó posesión de la presidencia con toda tranquilidad el 8 de mayo.

AUDIO AQUI