Borrachera con la ley de tránsito
Borrachera con la ley de tránsito
Mario Quirós Lara (*)
El alcohol y las drogas, la temeridad y la imprudencia, la corrupción y la impunidad deben ser expulsadas de nuestras vías, mediante educación, rehabilitación y sanciones pero, en el tanto se usen las leyes para esos fines, en vez de incongruencias, antojos y ambigüedades, esas leyes deben tener textos eficaces y acordes con la vida socioeconómica del país.
En mi criterio el problema de fondo es el éxito que tiene en Costa Rica actuar como si los asuntos públicos solo fuesen acerca de cosmética y estimulo al conjunto de las partes blandas y duras que forman la unión del muslo con la pierna.
El primer paso para excitar los entuertos legislativos es hacer creer que la nueva ley es pomada canaria. Luego, lograr que nadie piense, pregunte, ni proponga: no sea que se atrase la pomada y, finalmente, si algo sale mal...más pomada canaria.
Sinfín de incongruencias. No avalé con mi voto esta reforma mal diseñada y tramitada. La ley fomenta una corrupción bien nutrida de multas descabelladas y contabilidades de puntos. Contiene multas abusivas, aún no vigentes, por ejemplo ¢105.000 por un bombillo quemado; ¢350.000 por no andar con sillas para menores, sin importar la estatura; exigencia de una extraña caja negra en los vehículos de carga liviana y un sin fin de incongruencias, de las que entresaco una más: los menores de edad de más de doce, pero menos de dieciocho años, pueden, de acuerdo a la reforma, viajar sin cinturón de seguridad y por supuesto, sin silla. Las licencias estarán sujetas a que el MOPT lleve una contabilidad de “puntos”, cuando no puede ni contar los huecos ni los semáforos en mal estado, mucho menos repararlos.
El contenido de la reforma a la ley de tránsito es responsabilidad exclusiva de quienes, como miembros del plenario legislativo, dieron su voto afirmativo y de quienes, en batalla contra los errores que contenía y que se multiplicaban sin control, no pudimos alcanzar los votos y la disposición para eliminarlos, y enmendar ese proceder calenturiento en busca del favor de los titulares de prensa. Sin embargo, tengo la audacia de esperar que, con el paso del tiempo, la ayuda de las personas de nuestros pueblos y una renovada responsabilidad legislativa, finalmente lograremos una ley comprometida, no con el abuso, la corrupción y los titulares, sino con la realidad del país y de sus familias.
El texto de la reforma a la ley de tránsito fue anunciado como la pomada canaria. Muy pocos leyeron u oyeron lo que realmente contenía: la cosmética de los titulares dominó a pensadores y opinólogos. Debido a temores o a favores, muchos diputados y asesores tampoco se interesaron por la numeración, ni el articulado, ni la congruencia del texto.
Muestra de este estado de cosas son las actuaciones del diputado presidente de la Asamblea Legislativa, quien anunció al inicio del primer debate que no era posible debatir, menos votar, la reforma a la Ley de Tránsito, pues no había un texto. Minutos después incurrió en la contorsión legislativa. Para plegarse a las instrucciones que recibió desde arriba, en dirección hacia abajo, se desdijo, obligó la votación y declaró urbi et orbi que los textos de los proyectos son “adornos” para los diputados.
Ciudadanos y no corderos. En Costa Rica se intenta convertir la política en el arte de lograr el mayor número de rodillazos en el menor tiempo posible, ofreciendo a cambio maquillaje a quienes dan más rápido y duro en el piso. Para quienes incurran en lesiones, por larga exposición a ese “riesgo laboral”, se ofrece reconstruir la articulación.
Esta es mi hipótesis: el problema que resolvieron en casa presidencial no fue acerca de la calidad de las propuestas de reforma a la ley de tránsito, fue de cosmética y estímulo de las partes blandas y duras que unen el muslo con la pierna. Por eso mismo, el de los demás costarricenses y diputados debe ser lograr que prevalezca el estudio y la prudencia, el debate entre ciudadanos libres y no el silencio entre corderos.
*Diputado, Movimiento Libertario.