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martes, 24 de junio de 2008

CRISIS MUNDIAL

Hablar de la crisis económica que, como una peste medieval, se extiende incontenible en este mundo globalizado en que vivimos, es llover sobre mojado. La subida indetenible de los precios del petróleo y sus derivados no es más que la manifestación, tal vez la más dramática porque nos afecta más directamente en la vida cotidiana, de esta situación que alcanza ya ribetes trágicos. La reciente conferencia mundial organizada por la FAO en Roma, mostró hasta qué punto su grito de alerta ha llegado hasta los últimos rincones de la tierra.
Lo más grave de esta situación es que esa misma cumbre de la FAO mostró la ceguera criminal de los verdaderos responsables de la crisis, como son los países ricos del Norte. Pero no se trata solamente de los gobiernos. La verdad es que los políticos no son ahora más que rehenes en manos de las grandes trasnacionales, el verdadero poder detrás —y, a veces, delante y al lado— de los tronos. Los responsables de la crisis, tanto de los productos energéticos, como de los granos que alimentan la dieta básica de millones y millones de seres humanos y cuya escasez provoca la hambruna y acrecienta los índices de mortalidad, es la voracidad criminal de las trasnacionales. Un 50% de los precios del petróleo se debe a maniobras especulativas de las grandes empresas que controlan la comercialización del oro negro.
Estos grandes monopolios están ligados a los sectores gobernantes de las grandes potencias. En concreto, quienes hoy (des)gobiernan los Estados Unidos, como son Bush y Cheney, provienen de las familias más poderosas ligadas a intereses petroleros. Por su parte, a las trasnacionales de la alimentación (como Monsalto y Del Monte) solo les interesa tener el monopolio de los productos transgénicos, con lo que han reducido a la miseria a millones de campesinos, como ha sucedido, para no ir muy lejos, con los productores de maíz, el alimento ancestral de la mesa del pueblo mexicano. En cuanto a las transnacionales de los fármacos, el recordado papa Juan Pablo II las calificó indignado de “genocidas”, luego de enterarse por un misionero jesuita de lo que hacían por impedir que los organismos humanitarios y los gobiernos africanos buscaran abaratar los medicamentos para combatir o prevenir el sida.
La actual crisis económica y sus consecuencias políticas, no es un fenómeno provocado por procesos naturales, sino responsabilidad de los seres humanos, causantes de lo que el mencionado pontífice llamaba el “capitalismo salvaje”. En Costa Rica ya estamos viviendo sus consecuencias, provocadas por las políticas neoliberales impuestas por los organismos internacionales y los gobiernos cómplices de los últimos decenios. Ellos son los responsables de que se anuncie carestía de los productos básicos de la dieta que tradicionalmente alimenta al pueblo costarricense.
La única solución a esta crisis es la intervención del Estado para frenar la avaricia criminal de las transnacionales y fomentar la producción nacional, con el fin de que se pueda proveer a la dieta básica de la población. Solo una democracia social y ecológica puede evitar que, en pleno siglo XXI, se vuelva a las hambrunas que parecían ser cosa del pasado.

AUDIO AQUI