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lunes, 15 de diciembre de 2008

POPULISMO Y POLÍTICA RESPONSABLE

Conceptos y precisiones

Por Alvaro Arnoldo Araya Alpízar

 

El POPULISMO es una forma de hacer política o de gobierno que se caracteriza por promover e implementar en la administración pública estrategias orientadas a satisfacer demandas de diferentes grupos de presión y personas a modo de regalías, y en fin por la evasiva discursiva a valorar este tipo de inversión, o de asignación de recursos estatales, por su impacto en el mediano y largo plazo, por lo que es un fenómeno netamente político, endosable a grupos y personas de distintos signos ideológicos. Esto es lo que "conceptualmente" acepto como populismo.

 Entonces, aquí en América Latina hay gato encerrado populista – por ejemplo- en México, Costa Rica, Colombia y Perú que los medios no quieren sacar de su escondite derechista porque detrás de las pequeñas regalías que se reparten – en dosis de migaja entre las mayorías pobres- se entregan las grandes riquezas de las naciones a las empresas transnacionales y pequeños grupos de poder económico nacionales, dizque para favorecer con trabajo a los más pobres. Es así como, el interés de los medios hacia el populismo se ha centrado en ver la “regalía como perversa y dañina”, cuando resta privilegios o significa menores posibilidades de enriquecimiento para los grandes grupos de poder económico.

En este contexto, cuando analizo el legado de Juan Domingo Perón y Evita, y observo lo que hacen hoy Calderon, Arias, Uribe y García entiendo que el concepto de populismo tiene una definición ideológica vaga e imprecisa por cuanto está íntimamente relacionada con la demagogia. Por eso, confieso que el “tema del populismo” no ha sido, ni es prioritario para mí, porque creo que el meollo del asunto de la inversión y asignación de los recursos estatales esta en los planes, programas y proyectos socio-productivos anexos e integrados al “programa de regalías”, naturalmente considerando las ventajas para la mayoría del conglomerado social en su conjunto y en el tiempo.  Y si éste tiene una estrecha relación con la creación de oportunidades, la promoción del desarrollo económico-social, la distribución de la riqueza y la movilidad social, bienvenido sea.  

El tema del populismo era de importancia secundaria para mí está que pude entender como los neoliberales lo utilizaba ideológicamente para deslegitimar las aspiraciones de justicia, inclusión, solidaridad e inclusión de las mayorías, principalmente cuando las y los líderes políticos que proponen estas políticas son personas ajenas a los intereses de los grandes grupos de poder económico. Por ello, al repasar la serie de reflexiones y comentarios surgidos en torno a la “supuesta crítica de Ottón Solís al ligamen del Dip. Merino con el populismo chavista” pienso en la responsabilidad social de políticos y gobernantes con los que menos tienen; con quienes carecen de oportunidades para mejorar sus condiciones de vida y con aquellos y aquellas que necesitan que el Estado asuma parcial o integralmente su atención integral por motivos de incapacidad funcional, o por cuestiones  de fuerza mayor relacionadas con situaciones económicas, sociales o naturales que pongan en riesgo la seguridad y vida digna de las personas, la familia y la misma estabilidad de la sociedad, como un todo. Tal y como lo propone, en el caso de los incapacitados para trabajar, el programa de gobierno del Partido Acción Ciudadana.

El concepto de populismo, bien dicen diferentes politólogos  es escurridizo y evasivo, por cuanto se utiliza según intereses, circunstancias y momentos para justificar una u otra estrategia de gobierno o promoción de “aspirantes políticos a gobernadores”. Sin embargo, pareciera existir consenso entre la relación de los fenómenos populistas de diferentes signos ideológicos y la percepción de la existencia de unos u otros niveles de exclusión e injusticia. El giro de las connotaciones del populismo peronista, por ejemplo, a lo que sucede en nuestros días parece ser una justificación de los neoliberales para llamar populismo a toda política o estrategia que tienda a promover la redistribución de la riqueza y la creación de oportunidades de movilidad social, más allá del “disfrute de regalías” que ellos mismos se autojustifican en nombre de las libertades individuales, la competitividad y lo “nocivo del Estado como empresario e intermediador”. Entonces, surgen las preguntas, ¿por qué las regalías dadas en migajas para los más pobres son malas? ¿Por qué las regalías entregadas a los más ricos – financiadas con los recursos de todos- son buenas, si las ganancias tanto solo los benefician a ellos?

Por lo dicho, en la coyuntura actual  el término "populismo" es un concepto que al igual que "liberal", "socialista" o " conservador" puede significar casi cualquier cosa, como cualquier etiqueta ideológica o mediática para promover o justificar una u otra acción política. Es un término que varía, según los intereses, necesidades y expectativas de quienes lo utilizan para criticar una u otra iniciativa de individuos, grupos o el Estado en la asignación de recursos públicos. Esto se explica porque en la lógica del populismo corporativo, los recursos son destinados al grupo que  ejerce mayor presión y que es capaz de generar más  apoyo popular en los procesos electorales o de gobierno, de tal forma que como beneficiarios, podemos encontrar personas y grupos de todos los estratos sociales y económicos.  

 

El populismo, así entendido, enriquece a unos pocos en nombre de las mayorías y empobrece más a los que menos tienen porque nos les permite valorarse y superarse a partir de la creación de oportunidades de movilidad social. Es así como, hoy podemos identificar en la actual coyuntura de la crisis económica mundial diversos signos de “buenas intenciones populistas estatizadoras”, “en nombre de los intereses de todos”. ¿Y saben quienes pagan los costos de las regalías del Estado? ¿Quiénes se benefician?

Pero eso la crítica que hacen los neoliberales a la importancia de la participación del Estado, como intermediador social “es en apariencia”, cuando afecta sus intereses. Es cuestión de tiempos y oportunidades. En otras palabras: hay que ser poderoso mediaticamente para posicionar un concepto de “populismo justo” y, al mismo tiempo, suficientemente poderoso –como grupo de presión social o económica- para obtener “una o más regalías”. Una paradoja macabra para quienes privatizan las ganancias del Estado y estatizan sus perdidas, pero que no tienen vergüenza al negar el derecho de los más pobres a aspirar a condiciones de vida digna.

Entonces, la crítica pareciera debe centrarse en el “populismo autoritario y clientelista”, basado en el alarde de poder, la entrega de recursos de interés colectivo a determinados sectores para obtener ventajas políticas y la “conquista del apoyo popular” a partir del silenciamiento, encarcelamiento y muerte de los opositores. Este tipo de populismo va en caída libre y su proceso tiene grandes similitudes con Fujimori, Uribe y otros que se llenan la boca criticando a Chavez, Correa y Morales por lo que hacen.  Tanto que hoy, Uribe es cuestionado por líderes y estadistas de las más variadas connotaciones ideológicas y políticas.

Así las cosas, cuando respondí afirmativamente –en mi anterior comentario- las apreciaciones acerca del compromiso del Dip. Merino con la Patria, y a las aclaraciones de Ottón Solís, lo hice pensando en las ideas expuestas, y no precisamente en aquellos que hacen del “populismo una forma de justificar” la anarquía y el irrespeto de la legalidad e institucionalidad reconocida.

AUDIO AQUI