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jueves, 1 de mayo de 2008

1° de mayo: gloria y grandeza conquistadas por Costa Rica

Hoy hace 151 años, en un día marcado con luz en los fastos de Costa Rica, salía de Rivas, para volar por todo el mundo, la buena nueva de la victoria sobre el filibusterismo de los Estados Unidos. En efecto, la Guerra Patria culminó el 1° de mayo de 1857 con la rendición del temerario William Walker a la US Navy, tras 40 días de cerco por los ejércitos centroamericanos.

Es un «día de gloria para la raza latina que ha sabido defender su religión y su Patria y escarmentar debidamente a la horda salvaje que intentara sumirnos en la más oprobiosa esclavitud», exclamó jubiloso el presidente constitucional don Juan Rafael Mora.

«No abrigo el menor intento de confundir la campaña de la segunda independencia centroamericana con las campañas de Alejandro el Macedonio, pero no vacilo en colocarla entre los más grandes y trascendentes hechos de la humanidad que han dado aliento a los clarines de la fama», conceptuó el maestro cubano Antonio Zambrana.

Aquella decisiva victoria es el hecho más prodigioso de nuestra existencia democrática y republicana. Si el expansionismo territorial usamericano impera, desaparece la nación costarricense surgida en 1821.

El triunfo alcanza dimensiones continentales. El imperio del filibusterismo esclavista en el centro de las Américas hubiera corrido la frontera móvil de la Unión Americana muy al sur. El efecto dominó o de réplica, a la manera de los fenómenos telúricos, quizá hubiera ampliado ese vasallaje hasta la Patagonia, como proponían los fundadores del experimento «divino y mesiánico» en América y sus propagandistas del destino manifiesto o del movimiento Young America.

El educador mexicano José Vasconcelos, expresó: «Se hincha de orgullo el corazón del patriota según se entera de la heroica gesta, la más pura gloria de la epopeya americana. […] La victoria costarricense nos libra del peligro de haber tenido en el Sur otra Texas. […] Y maldije mi propia educación escolar, que me hizo ignorante y contaminado a tal punto que no pude, en cuatro años de Ministro de Educación de México, reflexionar lo bastante para haber hecho circular siquiera un folleto con la historia de la magnífica pelea de los civiles de Costa Rica, improvisados guerreros victoriosos para aniquilar un invasor que había dominado».

Este éxito geoestratégico refulge en el mundo porque asegura la supervivencia de la cultura latina, la lengua española y la religión católica en el Hemisferio de Colón. El adversario vencido es nada menos que el anglosajonismo usamericano y su creencia de ser un pueblo separado, innatamente superior -por su sangre más que por sus instituciones-, preordinado para llevar el buen gobierno, la prosperidad comercial y el protestantismo individualista a los continentes americanos y al planeta entero. La hazaña de rendir al filibusterismo voraz y de atajar el expansionismo avaricioso es honra de Costa Rica, de Centroamérica, de Hispanoamérica y de la latinidad toda.

El presidente de Nueva Granada [Colombia], Mariano Ospina Rodríguez, felicita a Costa Rica «por el éxito feliz que su valor y patriotismo heroico alcanzaron en los campos de Rivas. […] Todas las repúblicas de raza española tienen que satisfacer una deuda sagrada de admiración y gratitud proclamando a la faz del mundo que al varonil esfuerzo y al noble ejemplo de sacrificios sin límites, de desprendimiento, de perseverancia y de Santa Unión que la primera ofrendara Costa Rica, […] es debido ese brillante triunfo, tanto más hermoso cuanto que coronado con sublime generosidad servirá de modelo a la historia para enseñar que los mismos que supieron vencer como hombres libres al punto perdonaron como cristianos».

El total de combatientes centroamericanos muertos en la guerra contra el filibusterismo sobrepasa los 4.500, de los cuales unos 1.500 son costarricenses. La mitad de la población enferma del cólera asiático y muere uno de cada diez costarricenses: 53.000 casos de contagio y 9.615 defunciones en diez semanas -es una de las epidemias más intensas de la historia, solo comparable en magnitud a la de la isla caribeña de Guadalupe en 1865-.

El diplomático chileno Francisco Astaburuaga escribe sobre las «proezas de las fuerzas costarricenses» en una «guerra que la opinión de las naciones no ha vacilado en calificar de inicua e inmoral por parte de sus promovedores. […] En esa guerra el pueblo costarricense se ha probado, haciendo resaltar su valor y su patriotismo, y esto basta para levantar el nombre de una nación». La Guerra Patria «ha afianzado su nacionalidad y dádole conciencia de sus elementos y de su fuerza; ha levantado su espíritu público al entusiasmo del patriotismo».

En el actual trance de angustia por las consecuencias indeseables de la globalización -«economía del hambre», que dice The Washington Post-, se elevan imponentes la gloria y la grandeza conquistadas por Costa Rica en la épica victoria sobre el filibusterismo malévolo. Las homéricas hazañas del Ejército Nacional, resplandecen cual faro que ilumina el porvenir de la república. Quien discierna las lecciones luminosas de 1856 y 1857, tiene a mano la brújula que lo oriente en el maelström o torbellino triturador de la mundialización.

Son esplendorosos capítulos, siempre vigentes, de patriotismo y de valor, de presciencia y de estrategia, de audacia y de sensatez. Sobre todo, radiantes enseñanzas de fe en la capacidad connatural de Costa Rica para trazar y abrir su vía autóctona y autónoma al mañana. El derecho de ser nación libre, independiente, soberana y justa. El deber de pensar con cabeza propia, la responsabilidad de actuar con voluntad autónoma. Esa rutilante sabiduría -«el oro de la experiencia que amontona la batalla de los siglos»- se encarna en el Presidente Mora y en Juan Santamaría, el Héroe Nacional. Su ideario y su ejemplo son brillante fanal de la patria.

Los siglos aumentan la intensidad del eco del pensamiento del Presidente Mora. Su palabra es pertinente: «¡Ay del nacional o extranjero que intente seducir la inocencia, fomentar discordias, o vendernos! Aquí no encontrarán más que hermanos, verdaderamente hermanos, resueltos irrevocablemente a defender la patria como a la santa madre de todo cuanto aman, y a exterminar hasta el último de sus enemigos» (1855). Su llamado es vigente: «No quedemos expuestos a que un nuevo Walker vuelva a turbar nuestra paz, batallando por esclavizarnos. […] Levantemos, […] con nuestras propias manos, un dique poderoso que contenga para hoy y para lo futuro ese torrente usurpador» (1857). En la duda y en la dificultad, en momentos de crisis y de creación, justo y necesario es volver la mirada y la mente al Presidente Mora para afirmar el carácter propio.

NOTA DE LOS EDITORES - El anterior texto proviene del libro El lado oculto del Presidente Mora, disponible en Librería Internacional y en Librería Juricentro (2221 1407).

Armando Vargas Araya | 1 de Mayo 2008

AUDIO AQUI