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lunes, 8 de marzo de 2010

La columna de Jaime Ordóñez
Morir en la selva de cemento
Costa Rica es un país muy hermoso, pero San José—la capital— es una ciudad fea y hacinada. Tenemos que aceptarlo. Le hacen falta parques, zonas verdes y espacios públicos. Salvo La Sabana, el Parque de La Paz, y algo más por allí, todo el resto es cemento, pura selva fea de cemento y zinc. Salvo la zona del Teatro Nacional, los alrededores de la Casa Amarilla, y un par de lugares más, todo lo demás es construcción vulgar, fea y ramplona. Las calles son angostas y el tráfico las colapsa. Los ríos, no sólo los de San José, sino de toda el Gran Área Metropolitana (GAM) son literalmente bacinicas a cielo abierto, donde el hedor de los desperdicios humanos e industriales todo lo llenan. Les soy sincero: cuando llegan amigos del extranjero, trato de sacarlos rápidamente de la ciudad y llevármelos al campo o a las playas. Me da vergüenza mi ciudad. Es un pueblón de Tercer Mundo, desorganizado, sin planificación urbana, con tiraderos de basura en media calle. 
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Dentro de toda esta fealdad y hacinamiento, lo único hermoso es levantar la vista y mirar las montañas. Al sur, Tarbaca y las montañas de Aserrí y Alajuelita. Al norte, las hermosas montañas de Heredia y los cerros de Moravia y Coronado. Eso nos salva a los que vivimos en el GAM de un suicidio colectivo. Mirar las montañas, a la distancia. Ese anillo verde de bosques y de árboles que (subrepticiamente) cada año tiene más claros y es más pequeño, está ahora bajo amenaza. El pasado 23 de febrero de 2010, el Poder Ejecutivo emitió el Decreto No. 35748-MP-MINAET-MIVAH, autorizando ampliar 200 metros el llamado “anillo de contención verde” del GAM, estableciendo cobertura de construcción de hasta un 50%. Detrás, como gavilanes, hay una gran cantidad de desarrolladores urbanos esperando para ampliar con urbanizaciones este pequeño infierno de cemento que es San José y el GAM. 

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Lo grave es lo siguiente: 200 metros, por todo el perímetro del anillo de contención que cubre 25 cantones, supone una extensión total de 5.456,2 hectáreas de árboles y de zona verde que se van a talar en su 50%, es decir más de 27 millones de metros cuadrados de árboles. Del total de la franja abierta por el decreto, hay 2.567.1 hectáreas de terrenos vulnerables a deslizamientos y otros procesos de erosión, dada su pendiente y limitadas condiciones geológicas, la mayoría de aptitud forestal y que también son áreas de recarga acuífera, representando el 47% del total; 161.6 hectáreas de terrenos altamente vulnerables a inundación, dada su cercanía a cauces de los ríos, que son el 3% del total; 308.2 hectáreas cubiertas con bosques primarios y secundarios, en terrenos de pendientes moderadas a altas, es decir, 5,7% del total. En suma, un desastre ambiental. 

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Este Decreto abre una puerta peligrosísima. Autoriza a que se empiece a cercenar lo poco de zona verde que nos queda alrededor de la ciudad. Conociendo la lenidad y ausencia de controles de muchas municipalidades (no todas), sucederá que esos 200 metros se transformarán rápidamente en 500 metros, en medio kilómetro, en manos de las urbanizadoras. Y, con ello, adiós al anillo verde de árboles alrededor del GAM. Tal parece que Crucitas fue solo el inicio. El Director del PRUGAM (Programa de Regulación Urbana del Gran Área Metropolitana) advirtió en días pasadas al Ministerio de Vivienda que esto era un gran error. ¿Y cuál fue la solución del Gobierno? Despedirlo.-

ordonez@epfcentroamerica.org
 

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