martes, 29 de septiembre de 2009
Falta de mantenimiento y deterioro de los puentes no justifican declaratoria de Emergencia Nacional
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Ojo Crítico Rodolfo Cerdas
El presidente Arias volvió a plantear la convocatoria a una constituyente, probablemente presidida por su hermano, para gobernar sin las molestias de la democracia representativa y de una prensa acuciosa, que seguro preferiría dedicada a los intrusos de la farándula y no a la denuncia de las piñatas políticas, los bonos chinos, los dineros del BCIE y el desastre de Emergencias. Quiere una democracia delegativa, que le permita hacer lo que le viene en gana, so pretexto de urgencia, ejecutividad y toma de decisiones.
A don Óscar le estorban e irritan los controles y hasta el remedo de lo que algunos osan llamar “rendición de cuentas”, que aquí no pasa del derecho al berreo, más alguno que otro discurso narrando buenos deseos, verdades a medias o mentiras enteras. Por eso le es tan irritante una prensa díscola, que ejerza su función con acuciosidad y libertad; y libertad no significa poder publicar, sino pedir informes y cuentas de todos los actos públicos, en especial los que el Gobierno querría mantener secretos, pero que el pueblo puede y debe conocer.
De allí que sus razones para una constituyente sean equivocadas y una nueva evidencia del desacierto de la propuesta. Si lo que impide la gobernabilidad y exige un cambio constitucional son la Contraloría, la Procuraduría, la Defensoría de los Habitantes y la Asamblea, lo que debió hacer don Óscar desde el inicio fue cambiar las leyes orgánicas de cada entidad, para perfilar sus objetivos y fines, tareas y medios. Si no lo hizo antes, aún puede hacerlo. ¿Qué se lo impide? Pero llevar al país a una constituyente para eso, ratifica su filosofía personalista y la mala conducción política del Gobierno, incapaz de construir y mantener alianzas en la Asamblea. El doctor Arias cura una uña encarnada cortando el brazo.
Ese cuento no es así. Hoy es el peor momento para hacerla porque, más grave aún, lo que se pretende es instituir una presidencia imperial. Lo que está en la mira política del microequipo presidencial es autofabricarse, con una constituyente, un cogobierno que paralice el próximo y les asegure, por si las moscas, una paz casera; anular los mecanismos de control institucional, concentrar más el poder e imponer, desde ya, un copresidente que fraternalmente maneje el Gobierno y les garantice una siesta tranquila.
Una constituyente en medio de la crisis internacional, llenos de pobreza, desempleo, violencia, desigualdad y polarización social, más la fragmentación y desconcierto políticos, generaría –por afanes personalistas– un período de gran inestabilidad entre tanto caracol perdido.
Esta ocurrencia no hizo, precisamente, que al lobo se le salieran las orejas. Lo que sí logró, sobre todo con la pretensión de una prensa domesticada, fue que al águila se le vieran las garras.